Terminal Nacional, Aeropuerto de Santiago. La última vez que estuve en un aeropuerto fue para ver cómo la mujer que amaba se iba de América y de mi vida. Gracias a este “lindo” trauma, la corta espera que debo hacer antes de que mi vuelo a Antofagasta permita el abordaje es una mezcla desagradable entre nostalgia y angustia. Si a esta combinación le agregamos la puta acidez estomacal que tengo ahora debido a las 7 cervezas que bebí anoche, y le sumamos mi insomnio de esta noche, no podríamos decir que mi viaje a San Pedro de Atacama está comenzando de buena manera. Por otro lado, a veces las cosas que comienzan mal terminan bien. Tengo fe que ése es el caso ahora.