Hace un par de años escribí algunos artículos sobre cómo ser “exitoso con las mujeres.” Me sentía, de alguna forma, iluminado y bendecido por los dioses del amor y el sexo, y pensaba que podría transmitir ésto a aquellos menos afortunados que yo. Estaba, por supuesto, equivocado. No hay un método para tal “éxito,”, y éste mal llamado “éxito” ni siquiera es tal. Es sólo una ilusión. Una atractiva y decadente ilusión.
He tenido muchas experiencias y amantes en los últimos años, pero esta aparente buena fortuna ha venido acompañada de un profundo dolor y un vacío existencial sin fondo ni fin. Tal como el payaso que ríe, pero llora por dentro, yo soy un amante que goza sin placer. Que folla y no acaba. Que pasa de una mujer a otra sin dejar rastro en ninguna, aunque ellas sí dejen huellas en mí.
Pensé que escribir en inglés sobre este pesar me liberaría de tener que explicar mis acciones y emociones en mis círculos más íntimos. Tenía miedo a ser juzgado o atacado, y sufrir las consecuencias de mis actos con mayor crudeza frente a los ojos de quienes más se preocupan por mí. Pero uno sólo puede ocultar la verdad por un tiempo.
Sinceramente, escribir ésto tampoco tiene mucho sentido. Quizás sólo quiero vanagloriarme. Mostrarme al mundo como un puto follador, un “latin lover.” Lloriquear porque me resulta muy fácil conseguir una nueva amante tras otra, o tener más de una al mismo tiempo. Cómo si ese fuera motivo de regocijo, o una muestra de haber hecho algo con mi vida. Aunque no tenga ningún logro real del que hablar y mi mayor hazaña haya sido terminar viviendo una deprimente vida al otro lado del mundo. Como si congelarse física y emocionalmente en Dinamarca fuera genial.
Tal vez no debería escribir un domingo por la tarde. O tal vez debería dejar de culear chicas como si el mundo se fuera a acabar.