Cartas

Hay algo infinitamente fascinante acerca de mi historia amorosa, algo que me impide soltarla, dejarla ir y perderse en el vacío del tiempo, del pasado. Muchas coincidencias. Demasiadas. Y cuando todo parecía ser un juego de cartas tiradas al azar, y todas esas cartas estaban perfectamente alineadas para la jugada perfecta, ¿cómo perder el juego? Era imposible, ¿no? Y, aún así, no lo fue. Perdí. Quedé con mis cartas en la mano, contemplando el desastre en la mesa. La perfección se cayó a pedazos. Las coincidencias se acabaron. No quedó nada.

Dos personas. Dos extremos del mundo. Dos universos distintos. Cada segundo, cada respiro, cada noche sin dormir, cada amante, cada comida, cada paso. Cada momento y experiencia vivida. Todo los empuja a estar en el mismo lugar, a la misma hora. Y se conocen. Una reacción en cadena de hormonas, sensaciones y pensamientos destruyen sus polos separados hasta ese momento, y de esta destrucción nace una nueva dimensión, una nueva vertiente de existencia. Ya no son Él o Ella. Son Ellos. “Somos Nosotros.”
“Amor.” Concepto conocido, pero indefinible. Con palabras, al menos.

En 3 días es el cumpleaños de mi ex. “Mi ex.” Suena raro. Racionalmente, puedo entenderlo. Las cosas no funcionaron y me convertí en un hombre triste y resentido. Terminar con ella fue un alivio, pero nunca logré deshacerme mis sentimientos hacia ella. Por eso, aún ahora, a casi un año del quiebre, sigo unido a ella por un hilo invisible. Sin importar el paso del tiempo, ni la distancia, ni todas las amantes que han pasado entre medio. La unión sigue ahí.

Hoy hablé con mi jefe. Mi sentido del humor incorrecto me puso en aprietos en el trabajo. Por algunos días contemplé la posibilidad de ser despedido, lo que significaría perder mi visa y, por ende, verme obligado a regresar a Chile, al otro lado del mundo. De nuevo. Afortunadamente, esa posibilidad quedó atrás. Ahora está todo solucionado, y mis días en Copenhague no parecen acabar en el corto plazo. Eso mantiene mis dudas más que resolverlas. No sé qué hacer.

Todas esas películas de mierda de Hollywood me dicen que debería poner en marcha un plan maestro para reconquistar a mi ex. Quizás darme una vuelta por Oslo y hablar con ella en persona. “Final feliz.” Que corran los créditos de la película. Todos quedan contentos. Pero eso no se asemeja a la realidad. Nuestra historia se supone que ya tuvo un final feliz, pero éste no duró mucho. Se fue a la mierda. Ambos nos fuimos a la mierda. Y ahora estamos separados por una hora de vuelo, pero una distancia emocional irreconciliable, desesperanzadora.

Teníamos todo para ser felices, pero muchos errores y estupideces nos alejaron y hundieron nuestra vida juntos. Mientras más pienso y trato de darle una vuelta a nuestra situación, más rápido llego a la conclusión más obvia: ya no hay regreso. Quizás necesitaba escribir ésto para sacarlo de mi interior y verlo con mayor claridad. O tal vez necesitaba escribirlo para convencerme a mí mismo de que la decisión que tomé hace ya 11 meses fue la correcta. O, quizás, ésta es una más de una serie de “coincidencias” que, en el futuro, me hará estar en el lugar correcto y el momento indicado con alguien más. Quién sabe. Habrá que jugar las cartas y cruzar los dedos para que la jugada salga bien esta vez.

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