Me he tomado el Lunes libre, hastiado de un trabajo que no pensé seguiría haciendo a mis 35. El sol brilla sobre Copenhague, 22 grados quizás. O 23, sin viento. Si mi ánimo se guiara por la temperatura, quizás esta ansiedad que me carcome no me perseguiría por todos lados. Quizás.
Si siguiera viviendo en Santiago de Chile, no podría estar escribiendo libremente como lo hago ahora; sentado en un parque con mi Macbook Pro en mi regazo. Tampoco me sentiría seguro de tomar mi bicicleta y cruzar la ciudad en hora punta, menos un día Lunes. Me encantaría poder extrapolar esa tranquilidad a mi infierno interior, extinguir las llamas negras de mi angustia con la idea del confort escandinavo. Pero no. Mis demonios son independientes de toda lógica. Unos anarquistas del dolor.
Le escribí a una de mis últimas amantes por Whatsapp, acorralado por la asfixiante soledad de mi departamento en Frederiksberg. Quizás si la follo esta noche logre acallar por algunos instantes el tormento de mi cabeza. Pero he fornicado a más de 20 distintas amantes en los últimos dos años y el resultado es siempre el mismo. Culpa. Vacío. Arrepentimiento. Hastío. Y de vuelta al mismo círculo. Repetirlo hasta el cansancio y volverlo a repetir.
“Muchos matarían por la oportunidad que tú has tenido,” me escribió papá por Facebook. Se ausenta de mi vida por 34 años, pero su sabiduría parece trascender el resentimiento y el olvido. Pero no me basta. Todo esto ya lo sé. Es obvio. Nuevamente, mis demonios desconocen la voz de la razón. Sordos.
Tetas y culos por doquier, cuando levanto la vista y miro a mi alrededor. A las vikingas les encanta tomar el sol en bikini, dónde sea. Dinamarca me llena de aparentes bendiciones, pero de a poco me he vuelto inmune al optimismo. Un cínico de mierda. Demasiado sobrio. Demasiado solo.
De regreso en mi departamento, Whatsapp permanece silencioso. Al parecer, no habrá sexo esta noche. Volveré a trabajar, otro Martes más de nada. Y luego, Miércoles de lo mismo. Y así, hasta quién sabe.
¿Qué viene ahora? ¿Quién viene ahora? Y, sobre todo, ¿importa una mierda?
Excelente. Un maldito solitario que quiere dejar de serlo. Un indiferente galán de teleserie que sueña con dejar olvidado en algún rincón de Copenhague a su ya poco interesante personaje. Ah, y no dejemos olvidado soñador que también es parte de este mundo que no sé quién diablos armó para este sensible hombre, hoy sentado en uno de los muchos parques de esta bella e indiferente ciudad.
Ay, Dios!!! Tú que todo lo sabes, podrías envíarle algo de amor y una gran dosis de vida ya que ese que miramos sentado en el húmedo cesped con su portatil ?? Yo sé que tú puedes.
Genial tu texto. Dejas casi arrastrándose por el suelo a quien lo lee.