Hace un par de años, en esta fecha, escribí un post sobre lo difícil que había sido 2013. Porque, claro, pasé por una terrible crisis económica, me enamoré y me rompieron el corazón y, para rematar, me saqué la mierda en el desierto y terminé el año encerrado en mi casa sin poder caminar. Una mierda.
Mirar atrás se me hace complicado ahora. Me cuesta entender que ése era yo, dos años en el pasado. Inmaduro, poco experimentado, perdido en el mundo. Y no es que ahora no siga igual, pero he sufrido cambios enormes en mi ser. Las mismas preguntas sin respuesta las hago con palabras distintas. Porque yo soy distinto también.
Aquel amor que parecía imposible se hizo una realidad, pero la pasión se transformó en una relación tóxica por la que luchamos y luchamos hasta que ya no pudimos luchar más. Toda esta lucha nos llevó por distintos continentes y países; cruzando océanos y derribando nuestros muros. Pero cada vez que mi muro caía, yo lo volvía a construir, reforzado y más alto, hasta que mi corazón se convirtió en una fortaleza impenetrable.
Decir que todo lo que hice fue en búsqueda de la Felicidad es un lugar común en el que no quiero caer. Hice lo que sentía, cuándo lo sentía. El problema es que al final del recorrido, ya no sentía nada. Una gran angustia bloqueó todo lo demás, y tuve que dar un paso al costado para no hundirme más en el pozo de mi frustración.
Mi ya mítica “vikinga” es la única persona a la que he amado de verdad, intensamente. Y tan intenso como fue nuestro amor, ahora es nuestra separación. La soledad en sólo unos pocos días me ha golpeado fuerte. Pasar la Navidad completamente solo, en un país como Dinamarca, es casi un pecado. Todo el mundo me hizo sentir como digno de caridad por eso, y, al final, yo también me sentí un poco así. Y el prospecto para esta noche de Año Nuevo es el mismo. No fue la mejor fecha para terminar.
El sol de a poco baja en Copenhague. La temperatura desciende y en el frío del aire se huele la muerte de 2015. Mañana será un nuevo año, y todo seguirá igual. Porque, para mí, todo ya ha cambiado. He dejado mi antigua vida atrás. Mi hogar en Chile, mi familia y mis amigos cercanos ahora están más lejos que nunca, y no sólo físicamente. Estoy solo, y es sólo en este momento en que no puedo ser nada, sino yo mismo. Y, como dice una antigua canción bailable, “me asusta, pero me gusta.”
Primera vez que te leo Eduardo, y sin duda indagaré tus posteos anteriores. Un gran abrazo!!
¡Hola, Rodrigo! Qué bueno que me hayas leído. Espero que te guste lo que escribo. ¡Saludos desde Dinamarca!